viernes, 24 de octubre de 2008

Carta 10 de un voluntario desde Sierra Leona

Hemos estado disfrutando abriendo maletas, y le he pedido que me enseñase todas las carajadillas que se había comprado para sus ya famosas «segundas opciones». Ha pensado en todo, incluso en unos abrelatas de los clásicos.

Resulta curioso cómo la vida pone en tu camino personas a las que sientes bien adentro y bien cercanas, aun sin conocerlas. Eso me ha pasado a mí con Antonio y Silvia. Hablar con ellos por teléfono, alimenta y levanta el animo. Es cierto que ayudaron a nuestra gente con un hermoso proyecto de pozos de agua, cinco en total, pero lo que me han dado a mi, no tiene precio. Hoy me emocionaron con esos detalles especiales que solo tienen los buenos amigos: botella de coñac, pacharán, vino rioja, jamón, chorizo, txistorra…¡Ah!, y unas sandalias apropiadas para andar entre los arrozales. ¿Qué decir? Ojala la vida me de la oportunidad de demostraros mi aprecio y mi cariño profundo. Gracias, de corazón.

Otra persona que tiene corazón de madre es el Hermano Alfredo. Conviví con él en Valladolid, antes de que se lo robasen (porque fue un robo, aunque yo también lo hubiese cometido) para la casa Provincial. Siempre admiré su alegría y su disponibilidad para servir a los hermanos. Y todavía me río recordando las castañas asadas. El decía que si me querían cazar, solo había que esperarme con una escopeta al lado de la cesta de las castañas, que seguro que caía. También ha cooperado en poner un poquito de alegría en nuestra mesa, y me ha mandado unos CD con lo mejor de Mocedades, algo que añoraba, Serrat, José Alfredo Jiménez, Villancicos, media docena de calzoncillos Giulio de mi talla, y una pomada para ver si una chiquilla tiene hongos o lepra. Lo que os decía: como una madre.

0 comentarios: