viernes, 24 de octubre de 2008

Carta de un voluntario desde Sierra Leona

Mis queridos amigos:

Sigo compartiendo con vosotros las pequeñas cosas de la vida diaria, aunque desde que me enteré, vía Roberto Sayalero, que las publicabais en la pagina web, me da un poco más de pudor. Bueno, al menos tuvisteis la delicadeza de quitar los tacos que consciente y libremen-te, que conste, escribía. Y repito, lo que ahora me toca vivir no es ni más ni menos importan-te de lo que cada uno de mis compañeros realiza en su ministerio, simplemente distinto. Y se que cada uno de nosotros podríamos llenar infinidad de paginas web dando fe de las maravi-llas que Dios hace por nuestro medio. Simplemente quiero constatar que es una gozada sen-tirse instrumento de Dios entre los más pobres.
Como aquí no hay televisión, ni Internet, ni cine…, pues uno aprende a reír y a disfrutar de las cosas más simples: una sonrisa, la cabra, los niños jugando con palos, las gallinas…

Sí, las gallinas africanas son todo un espectáculo de supervivencia. Nunca pensé, aun sa-biendo que las aves vuelan, que pudiesen volar tanto, pero cuando te ven con algo en las ma-nos, o sienten que Neneh abre la puerta de la cocina, se lanzan frenéticas buscando qué lle-varse al buche. No se asustan fácilmente. Pueden pasear a tu lado como un fiel compañero esperando que «algo» se te caiga. Son carnívoras, herbívoras y lo que haga falta. Deben cami-nar diariamente incontables millas buscando su sustento, y da igual que en el reparto te to-que cuello o pechuga, porque están tan flacas que siempre topas con hueso para chupar. Eso si, dan un caldo exquisito.

La otra noche oímos lamentarse a una. Más que un lamento era un grito desgarrado. Supu-se dos cosas: o que la cobra se la estaba zampando, o que a la pobre se le estaba yendo la vida intentando poner un huevo.

0 comentarios: