sábado, 25 de octubre de 2008

Carta 13 de un voluntario en Sierra Leona

Pues si, a las 3:30 de la madrugada salíamos puntuales rumbo a Freetown. Todos se durmieron en el camino, y yo me tuve que armar de paciencia y prudencia para llegar con bien. Es normal que te encuentres a esas horas camiones tirados en mitad de una curva, y sin ningún tipo de señalización que te avise del peligro. O locos conduciendo sin luces. En fin, os puedo asegurar que conducir a esas horas es toda una aventura.
Dejamos a Casimiro en el negocio de su amigo libanés para contratar los materiales que necesitábamos, y yo me fui con Manuel y Vicente Ramón a coger el primer ferry para Lungi.
El encargado de los objetos perdidos, Sami, no se encontraba en el aeropuerto, pero gracias a Dios que sí tenían la caja con los conectores. Me dijeron que debía pasar por aduana, y para allí que nos fuimos.
-¿Que contiene la caja?
-Materiales para conseguir más potencia en nuestras baterías.
Y no mentí. ¿Qué son los chorizos y el lomo que mi cuñado Jesús había metido en los huecos de la caja, sino un buen potenciómetro para los momentos de debilidad?
Me pusieron una marca con la misma tiza azul de sastre que usaron la primera vez, y logramos llegar a tiempo de embarcar en el ferry de las 11:00 a. m. rumbo a Freetown.
De ahí al café Internet para enseñarle a Manuel nuestro centro de comunicaciones.
Sigo recibiendo mensajes sorpresa que a veces me sonrojan. Alguien de Argentina se topó por casualidad en la red el blog de un misionero en Africa y escribió a la Curia General pidiendo mi correo electrónico.

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